Dr. Eliyahu Lizorkin-Eyzenberg
Entonces respondió Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras: Nosotros hemos pecado contra nuestro Elohim, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; mas a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel. Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Elohim, que despediremos (divorciaremos de) a todas las mujeres y los nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento del Eterno; y hágase conforme a la ley. (Esdras 10:2-3)
El tema del divorcio es uno profundo y complejo. Un tema que ha herido a muchos y restaurado a pocos. El capítulo 10 de Esdras nos pone ante una problemática ancestral, sobre la cual Dios respondió en tiempos de Moshé en Deuteronomio 24:1-4. Reconocemos que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer en un pacto de compromiso para toda la vida. Es un don único de Dios, al ser comparado a la unión entre Yeshúa y su pueblo. El mismo provee al matrimonio un medio de compañerismo íntimo; el canal de expresión sexual de acuerdo con las normas bíblicas y los medios para la procreación de la humanidad.
Sin embargo, también por medio de la Biblia vemos, que el divorcio era un acto final y permanente para la relación de la pareja. Si un hombre al casarse con su mujer encontraba algo indecente en ella y la despedía, esto es, se divorciaba de ella, no podría nunca más volverse a casar con ella, aun cuando hubiera muerto la persona con quien ésta había establecido una nueva relación (Dt.24.4).
Vemos muy claro, la separación entre Abraham y Hagar, que tenían un hijo, y así mismo ocurrió la separación.
Hay varios puntos de reflexión que quisiera señalar sobre Esdras 10:
1- Esdras no usó como excusa Génesis 2:24 para no tomar acción sobre una problemática que de no corregirse a tiempo sumiría al pueblo en la oscuridad. Lejos de ello, reconociendo lo que significaba y representaba el matrimonio, actuó entendiendo que aquellas relaciones concebidas fuera de la voluntad del Eterno por parte de su pueblo debían ser disueltas.
2- Esdras comprendió que disolver lo que el Eterno no había ordenado, no podía ser considerado como un pecado. En otras palabras, que aunque si bien es cierto que lo que Dios unió no lo deben separar los hombres, Esdras no supuso con esto, que cada pareja que se casa, se casa dentro de la voluntad del Eterno. Por consiguiente, al divorciarse, no estrían separando lo que el Eterno unió, ya que era obvio que el Eterno no los había unido.
3- Contrario a la postura de algunos de que la única causal de divorcio permitida en la Biblia es la del adulterio, Esdras presenta ante nosotros, que debemos considerar la salud espiritual, emocional y aun física del matrimonio, así como las repercusiones en la vida de los hijos. De la misma manera, Pablo lo hizo en 1 de Corintios 7:15, frente a los matrimonios mixtos.
Es muy fácil decir que no existen razones que justifiquen un divorcio sin reflexionar en la problemática de las relaciones de pareja y en sus consecuencias. Me pregunto, ¿qué le diríamos a otras personas en situaciones como las siguientes? Maltrato emocional o físico al cónyuge o a uno o más hijos, violación conyugal, incesto, embriaguez, falta de sostenimiento económico injustificado, abandono, drogadicción y contagio de enfermedad de transmisión sexual, entre otras. ¿No son tales situaciones tan fuertes y dolorosas, como el adulterio para que una persona explore o considere la posibilidad del divorcio luego de haber orado y buscado ayuda?
Conclusión
Es necesario reiterar que Dios no desea el divorcio de nadie pero tampoco permanece enajenado de la realidad del problema del corazón del hombre. El problema no es Dios, sino la dureza del corazón por causa del pecado (Mateo 19:8). Tampoco Dios está ciego ante las consecuencias, no sólo del divorcio, sino de las repercusiones que este problema acarrea (1Corintios 7). Es por tal motivo, que Dios permitió una ley para regular un mal social y proveer para la restauración, tanto de los individuos afectados como de la sociedad (Deuteronomio 24:1-4). El divorcio es una realidad social que tenemos que enfrentar (Esdras 10). En muchas ocasiones la falta de apertura al tema y la negligencia en la consejería cristiana, trajo como consecuencias el que muchas personas que pudieron ser protegidas o que pudieron proteger a su familia, fueran víctimas de muerte o de daños emocionales permanentes cuando pudieron ser ayudadas y restauradas.
Tal vez, lo más lamentable es que personas que pudieran llegar a nuestras iglesias en búsqueda de ayuda y ser restauradas no lo hagan pues piensan que posiblemente no serán entendidas y peor aún, que serán condenadas, así que se dirigirán en la búsqueda de soluciones a recursos o a personas que no están capacitadas para manejar dicho tema.
Amigo, amiga, hermano en Cristo, el divorcio no es un problema sin solución, pues Dios desea ayudarle, sea proveyendo para la restauración de su matrimonio, sosteniéndole en medio del divorcio y dándole la oportunidad de que alguien más le ame y valore. En Dios siempre hay oportunidades y posibilidades. El divorcio no es bajo ninguna circunstancia, un pecado imperdonable, aunque no deseable.
Divorcio: Judaísmo y el cristianismo
Comencemos con el cristianismo. En pocas palabras, el cristianismo considera el divorcio como una tragedia, ya sea que haya sido causado o no por circunstancias bíblicamente justificables. El divorcio no tiene del todo una connotación positiva en la mentalidad cristiana.
De hecho, una de las escrituras principales a las que hacen referencia los cristianos con respecto al divorcio es una cita del profeta Malaquías: «Él (Dios) odia el divorcio» (Malaquías 2:16). Un cristiano solo puede ver el divorcio negativamente. ( hay una razón seria para dudar de esta traducción del hebreo).
¿DIOS ODIA EL DIVORCIO? (clica aqui para saber)
¿Pero qué hay del judaísmo? ¿El judaísmo ve el divorcio positivamente? No, pero tampoco tiene una visión inherentemente negativa. El divorcio es visto como un paso necesario en un mundo roto para las parejas que realmente han llegado a un punto en el que ya no pueden continuar en su matrimonio.
El divorcio en el judaísmo no es una marca de honor, pero a diferencia del cristianismo, no es a priori una tragedia o pecado. En el judaísmo, el divorcio puede otorgarse por una variedad de razones calificadas. Si bien el judaísmo no ve el divorcio como algo deseable o perseguible, es legítimo en algunas circunstancias (como la infidelidad conyugal, la violencia doméstica o la negligencia conyugal).
En otras palabras, hay algo que el judaísmo reconoce que el cristianismo en general no: lo único peor que el divorcio es un mal matrimonio.
Si bien lastimar a los niños es una consecuencia de casi todos los divorcios, los valores y las prácticas de un mal matrimonio de los que los niños son testigos diariamente, se convertirán en un obstáculo mayor para sus vidas felices, plenas y productivas como futuros adultos, que incluso el dolor temporal de una vida reestructurada emocionalmente.
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